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jueves, 21 de octubre de 2010

De cuando éramos muetes y esperábamos a La Tafallesa.


 FOTO: Años 30. Tres autobuses de La Tafallesa esperan antes de partir hacia sus destinos. En el primero  van colocando  bultos en la baca.
 Lo que se ve al fondo es la plaza de Navarra de Tafalla y  el fotógrafo obtiene la foto casi desde la puerta del Casino Español y cine del mismo nombre que al igual que los autobuses de La Tafallesa era y es propiedad de la familia Valero.
Foto Euskomedia
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Cuando éramos muetes no conocíamos la palabra autobús. En nuestro argot solo conocíamos dos palabras para definir lo que era un coche grande donde podían montarse muchas personas: Una Tafallesa.

Si por casualidad llegaba un autobús de excursionistas al pueblo solíamos decir que había venido “una tafallesa con folasteros”.
También decíamos que en las romerías además que desde Tafalla también venían muchas “tafallesas” de Pamplona, Sangüesa, Olite y muchos otros sitios.

Luego supimos que La Tafallesa solo era el nombre de la compañía de autobuses de un señor llamado Valero que era “mucho rico y que además tenía en Tafalla un cine, un casino y una sala que se llamaba la Güesera donde había músicos y baile agarrau tó los domingos”.

La Tafallesa tenía y tiene adjudicado el servicio de autobuses a nuestro pueblo y entonces, hace cincuenta y tantos años, cuando todavía éramos unos mueticos, sí que venía todos los días a Ujué.

Llegaba al pueblo entre las seis y media y las siete de la tarde, luego La Tafallesa dormía en la cochera de casa La Chófera y al día siguiente a las ocho y media de la mañana volvía a irse hacia Tafalla.

Huevos, gallinas, pichones y conejos de corral, perdices, liebres, palomas y conejos de caza eran varios de los artículos que se exportaban a diario por medio de La Tafallesa.
A esas horas de la mañana los viajeros partían de Ujué con bastantes menos testigos que cuando llegaban a la tarde.

La vuelta de La Tafallesa a Ujué era un acontecimiento:
A eso de las siete de la tarde si es que era de noche, se adivinaba su llegada antes de que llegara a la Cruz. Los haces de luz de sus focos la delataban.
En los meses en que a esas horas era de día, la chavalería era más numerosa a su espera.
En cuanto aparecía en la revuelta de la Cruz todos nos poníamos a gritar: “El coche en la Cru-uz el coche en la Cru-uz… ¡Que viene el cooche, que viene el cooooche!!”

Si esperábamos a un familiar, siempre soñando con que nos trajera alguna cosilla: un TBO, un juguete…
La marabunta infantil bullía nerviosa y los más inquietos salían corriendo hacia la bodega para ir al encuentro del viejo autobús, un Chevrolet de los años treinta, y venir corriendo detrás de él hasta donde se detenía para dejar a los viajeros.

Era impresionante ver cómo maniobraba el autobús en el exiguo lugar de su parada en Ujué.
El conductor en cuanto llegaba daba marcha atrás para maniobrar y  poder encarar la puerta del garaje y poder meter el vehículo en la Casa del Chófer.
Para ello debía arrimar las ruedas traseras hasta el mismo borde del terraplén quedando la parte  trasera del autobús volando sobre el vacío con la consiguiente  angustia y pavor del viajero novato que iba sentado en aquella parte.
Quien quiera conocer esa experiencia no tiene mas que venir en La Tafallesa a Ujué cualquier día. Esa maniobra de dar marcha atrás y asomar  la trasera al terraplén se sigue haciendo exactamente igual y en el mismo sitio que cuando éramos muetes.

En aquellos tiempos, años cincuenta y sesenta, toda la chiquillería del pueblo salía a recibir a La Tafallesa.
Ahí veíamos apearse al cura que venía de viaje, o al fraile que venía a predicar en una festividad, al boticario, al médico o a cualquiera de los que llamábamos “oficiales” que siempre bajaban de la parte delantera, la berlina, que estaba separada por un cristal de la parte de atrás que era para viajeros de segunda.

Claro que aún había otra clase de viajeros. En días de mucho jaleo, arriba del todo, sentados en la baca del vehículo chupando frío, solían venir unas cuantas personas entre los bártulos y mercancías que allá se transportaban.

La chiquillería presenciaba todo expectante y atenta, porque luego en casa siempre te preguntaban qué gente había venido ese día en la Tafallesa.
Luego en las casas o entre vecinas se le sacaba punta a  todo:  ¿Sabes que ayer vino tal o cual?... Qué habrá ido a hacer Fulano... . Dicen que a Mengano lo vieron en Tafalla  bajando de la tafallesa de Pamplona antes de coger la de Ujué... ¡Qué negocios tendrá, que estamos en mayo y ya ha hecho cuatro viajes en lo que va de año!..

En cuanto se detenía el autobús y se habían apeado todos  los viajeros, el cobrador  de La Tafallesa subía a la baca e iba vociferando uno a uno el nombre conque estaba etiquetada cada maleta, cada bulto o paquete y los iba descolgando hacia sus dueños.

Muetes y muetas siempre esperábamos ansiosos por si el cobrador tenía algún encargo para llevar a alguna tienda o a alguna casa.
Él solía entregar el paquete a uno de nosotros para que lo lleváramos.
El premio era alguna ochena, moneda de diez céntimos, o algo que te daban en el destino.

Una de las cosas que todos queríamos llevar era la saca con las latas de la película que iban a echar el domingo en el cine parroquial. Esa saca se la daban a los mas fuerzudos.
¡Que misterio más grande que dos horas de No-Do y película con su música, vaqueros, espadachines, caballos , indios, piratas, montes, mares y ríos estuvieran metidas en aquellos diez o quince kilos!.

Pero el bulto más codiciado para llevar era la valija del correo, que esa sí que venía a diario. Nos peleábamos por ella.
Yo la llevé bastantes veces a casa de Lorenzo que además de ser el encargado del correo también era zapatero.

Y en casa de Lorenzo se rompió en mil pedazos una de mis creencias infantiles:
Llegué a la casa de Lorenzo y la Teodora cargando con la valija que abultaba más que yo.
Llamé y como de costumbre subí hasta la cocina. ¡Lorenzo el zapatero estaba abriendo y rompiendo nuestras cartas a los Reyes Magos y echándolas directamente al fuego del hogaril !
…. Esa misma mañana las habíamos echado al correo….El mazazo fue enorme. Claro que yo ya tenía mis dudas sobre los Reyes Magos como pudisteis ver en este otro capítulo….
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El escrito que viene a continuación es el que ha hecho reavivar en mí todos estos recuerdos de la infancia. 
Habla de La Tafallesa y la espera de toda la muetina del pueblo. Lo trascribiré tal como el amigo Zulet lo escribió ya que tal como él lo cuenta lo recuerdo yo.
Luego dejaremos a Alfonso Iriarte que nos diga con sus hermosos y descriptivos versos como era la llegada diaria de La Tafallesa a Ujué.
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La llegada de La Tafallesa a Ujué según J.I.Z.
Foto tomada de La Gran Enciclopedia Navarra

Vehículos como el de la foto enlazaban Tafalla con Ujué en tiempos pretéritos.
Era el único medio de transporte que mantenía unida la localidad al resto del mundo-mundial; de Uxue a Tafalla, de allí a Pamplona, o en la RENFE al resto del País.
Curas, predicadores, confesores, militares, representantes, paisanos, estudiantes, viajeros en general usaban este medio de locomoción.

La Tafallesa traía además de los viajeros con sus penas y alegrías, las buenas y malas noticias a través del correo, las mercancías para las tiendas del pueblo, los encargos, recadicos...
Era un espectáculo el ver como los niños, a eso de las siete de la tarde, iban a recibir a La Tafallesa, por si se podían sacar alguna pesetilla al llevar algún encargo, portar la valija de correos o simplemente por curiosidad, por saber quien venía.

Míticos chóferes como Angel Jaime (el Chófer) Atilano Blanco, Marcelino Leoz, Múgica, Ramiro San Martín, Paquito Burgui... de la época en que el autobús dormía en la bajera de casa el Chófer (de ahí el nombre de la casa Rural actual).

Después cuando regresaba a Tafalla y no trasnochaba en Ujué nos acordamos de Ongay, de Leza, otra vez Atilano con aquellos trastos prehistóricos que con dificultad superaban la cuesta de la Casilla y las revueltas desde San Martín a Ujué; cobradores como Pedrito Oneca, El Chano, Genaro Villar... hacían el trayecto cotidianamente.
Era curiosa la algarabía, cuando el autobús aparecía en la Cruz, la chiquillería entonaba aquello de:" ¡El coche en la Cruz, el coche en la cruz, el coche en la cruz...!"

Hoy en día este medio ha pasado a un plano secundario, pues en casi todas las casas hay, al menos un coche y no se da este grado de dependencia de la empresa de los Valero; ya no hay transporte diario, lo hay en días alternativos.

Los que ya peinamos canas recordamos con nostalgia aquellas vivencias del ayer.
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EVOCACIÓN POÉTICA DE LA LLEGADA DIARIA DE LA TAFALLESA A UJUÉ.

Hurgando en los programas de fiestas, en el del año 2006 encontramos los siguientes versos dedicados a La Tafallesa, obra de Don Alfonso Iriarte Landarech, secretario insigne que fue del Ayuntamiento de Ujué. En unos pocos pero emotivos versos evoca certeramente todos nuestros recuerdos. Enhorabuena por ello Alfonso

La obra poética se titula:
Aquella llegada de "La Tafallesa" al pueblo...

La tarde se anima
A las seis y media;
La hora del coche;
De "La Tafallesa".
Es un espectáculo.
Medio pueblo espera.
Jóvenes y viejos,
Junto a la cochera.
Mostillo de arrope
los niños meriendan.

Ya llega "El Correo",
Ya toma la cuesta.
Como un reactor,
Dejando una estela,
De polvo, camina
Por la carretera,
sembrada de baches,
Torcida y estrecha.

Del coche berlina
Ya se abren las puertas,
Con expectación
Las gentes se apean,
Y llega el Vicario,
Manteo y dulleta.
También el soldado
que viene a la siega;
vecinos con pleitos,
Monjas y Maestras.

Del coche en la baca,
Leyendo etiquetas,
El Chófer anuncia,
Con voz pregonera,
Paquetes y fardos,
Cajas y maletas.

Y en la algarabía
Los chicos pelean
Por llevar los géneros
A casas y tiendas,
Al módico precio
De algunas cerezas
O algún caramelo
O alguna peseta.

¡Festejo gratuito
Que ya se perdiera!
para la gacetilla
De Pueblos y Aldeas,
... Al llegar el coche,
Gasógeno a cuestas,
Cayendo la tarde,
A las seis y media.
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