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viernes, 28 de diciembre de 2012

Ujué, el fraile del péndulo y el pozo de Txutxu.

El texto que subo hoy al blog no es una inocentada aunque lo parezca. Quizás los uxuetarras de esta historia pecaron de cándidos e inocentes pero el hecho es verdadero. Ocurrió, lo oímos contar a nuestros padres y todavía hay gente en Uxue que fue testigo de los hechos que aquí se van a relatar.

 Al fondo, a la izquierda de la foto, el alto de Sutxu o Txutxumendi, a la derecha Ujué.
El alto de Sutxu, Txuxu o Chuchumendi que con estos nombres se conoce en la comarca, es el punto más alto del término municipal de Uxue. La cima está a 932 m. sobre el nivel del mar y es frecuentado por paseantes del pueblo, caminantes que suelen hacer la travesía desde el alto de Lerga a Ujué y montañeros que vienen por la sierra de Guerinda desde Tafalla.

Desde hace unos años, un parque eólico corona este lugar. Las pistas que se hicieron para la colocación de los molinos de viento y su posterior mantenimiento permiten subir hasta lo más alto en coche o en bicicleta de montaña.

A pesar de las pistas y de la instalación de este parque, la naturaleza va recuperándose ocupando antiguas fincas de labranza con vegetación silvestre en la que la encina y el roble van ganando terreno con su parsimoniosa y pacienzuda lentitud.
Casi en la cima del alto, en una pieza llamada de Goyén, y al lado de una antigua cabaña, todavía se nota un hueco, una leve depresión en el suelo, que casi ningún montañero o cazador que pase por allí sabrá advertir.

EL AGUA DE  TXUXU.

A finales de la década de los 40, un fraile pasó por Uxue convenciendo al personal de un presunto poder que él decía tener. Y ese presunto don era, según pregonaba, que con la ayuda de un péndulo podía determinar por donde pasaba cualquier corriente de agua y dónde era el lugar adecuado para excavar un pozo para sacarla y aprovecharla.

En aquella época no había agua corriente en las casas de nuestro pueblo y los ujuetarras se abastecían del agua de lluvia recogida en el el aljibe de la iglesia y en los pozos que había en algunas casas. El agua potable debían acarrearla de la fuente de Aitzandieta o de la de Turtumbera que se encuentran en los barrancos del mismo nombre debajo del pueblo.

El fraile del péndulo llegó a Ujué en el momento preciso en que había dineros y las autoridades estudiaban la manera más económica de traer el agua corriente al pueblo y hacerla llegar a cada casa. 
Como la gente de Ujué era mucho católica y lo que decían los frailes iba a misa, creyeron en el frailico que comenzó a andar con su pendulico “puaquí y puallá por tól término municipal" buscando una fuente que hiciera venir con el menor gasto posible el agua a Ujué.

Por lo visto el pendulico marcó siempre hacia el suelo, siguiendo como todo cuerpo pesado la ley de la gravedad, y no se le ocurrió balancearse ni hacer ningún movimiento raro hasta que casi llegaron a la cima de Chuchu casi cien metros más alto que el mismo Ujué.

El fraile alborozado comenzó a exclamar ¡¡Aquí, Aquí !! a los que le seguían......Y parándose a diez metros bajo el mojón de la txoma (cima) del Txuxu, dijo con voz alta y solemne que allí había que cavar, que su péndulo detectaba que allí mismo había agua suficiente como para abastecer a uno y cien pueblos.

La euforia se contagió en todos los acompañantes del frailico. El ayuntamiento contrató a varios mozos para horadar un pozo hasta donde estuviera el agua.
Es más: el alcalde encargó la tubería necesaria para llevar el agua hasta Ujué que está unos tres km en línea recta y a menor altura.
Gracias al desnivel, el agua que saldría del pozo iría ella solica, por su propio pie (sic), hasta Ujué...¡solo con el gasto de hacer el pozo y poner las tuberías!

Y comenzaron los trabajos.. Y en ello llevaban ya no se cuantos días …Habían avanzado tanto que dos mozos se encargaban de cavar en el hondón del pozo y otros dos de subir la tierra por medio de unas cestas y una polea. El pozo crecía y crecía en profundidad. …

Pasó más tiempo...A los mozos les daba igual encontrar agua o no.. La cosa iba bien mientras tuvieran trabajo y ganaban unos jornales..
Lo malo era que por las tardes en el pueblo, cuando salían a la calle a tomar la fresca o iban al bar, tenían que aguantar las chuflas de los vecinos que ya empezaban a dudar de la eficacia de los peones, de los péndulos, pozos, frailes y gente ensotanada en general.
Los del ayuntamiento también empezaban a mosquearse… pero no había manera de encontrar al frailico que vete a saber por qué pueblos andaba ahora.

Así que un buen día la corporación fue hasta donde estaban haciendo el pozo. Los cuatro mozos seguían trabajando…
El alcalde, asomándose a la boca del pozo que ya tenía unos quince metros de hondura, voceó a los de abajo: “¿Hay agua u quéee?”
A lo que José Mari, alias El Chino, respondió desde el fondo rápido y veloz .. “Siiii... ¡Aquííí.... en el ralloooo!” mientras levantaba el botijo con sus brazos.

Todos rieron menos el alcalde al que le dio un perrenque de ira tal, que los demás callaron espantados. De inmediato mandó que no se cavara ni un tolmo más.
Los peones necesitaron unos cuantos días para llenar el pozo con la tierra que habían sacado y echaron ramas alrededor “pa” que nadie se acercara.

Se dice que a partir de entonces hubo en Ujué una especie de pacto de silencio, de no mencionar el tema nunca jamás, ya que los mandamases quedaron tan en ridículo que explotaban a la menor mención .... Fijaros que hasta el nombre del frailico se olvidó…
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